“Operación OGRO”
CRONICA DE UNA INTERVENCION QUIRURGICA
El lunes 2 de marzo de este año, fue intervenido quirurgicamente y con
Supuesto éxito mi amigo conocido como EL OSO OSCAR.
En la víspera había sido afeitado todo su cuerpo (parecía un metro-sexual)
y aplicado una enema de aquellas que dejan huellas en el rostro y en el ano.
El gordo estaba listo y fue llevado a quirófano mientras hacia chistes sobre gallegos
que los camilleros festejaban sin entenderlos, ya que los camilleros actuales son bolivianos o paraguayos.
Para la ocasión fue necesaria la concurrencia de tres equipos especializados interdisciplinarios. El primero, cuyo jefe era un cirujano mayor a cargo de toda
la operatividad, el segundo a cargo de un veterinario en el quirófano anexo y el tercero un mecánico secundando al cirujano principal.
Tras la campana de largada y utilizando una mesa de volteo -facilitada por el
Centro Veterinario del hipódromo de San Isidro- se anestesió al candidato y les garanto que fue trabajoso para el anestesista ya que agotó todas las canciones de cuna conocidas y don Oscar no se dormía, así que pasaron a utilizar anestesia (habían calculado ahorrar en este rubro ya que se trata de una prepaga).
El intervenido, mientras soñaba con alguna mina como la gente, fue cortado de arriba hacia abajo en una longitud aproximada de 1 metro.
Luego desconectaron el corazón (el cirujano hizo el remanido chiste de que ahora a Oscar lo llamarían “asado” porque no tenía corazón). El “bobo” le fue sacado de la cavidad toráxica y depositado en la lata de dulce de batata Esnaola donde se colocarían luego todas las piecitas pequeñas, para que no se pierdan). Una especialista limpió el órgano con Odex para dejarlo como nuevo.
En reemplazo del corazón le conectaron una ruidosa máquina que vibraba como una locomotora diesel fuera de punto, echando humo por los cuatro costados, al tiempo que el mecánico le iba ajustando las tuercas que se le iban aflojando...
En tanto esto ocurría en el salón principal, en el anexo el veterinario estirpaba de un chancho vivo la válvula tan necesaria para don Oscar...De más esta decir que el pobre animal gritaba más que Teresa Parodi.
El veterinario tomó la valvulita que saltaba por la bandeja de plata como una lombriz recién sacada de la tierra, por lo que tuvieron que cubrirla con una campana de vidrio de esas que utilizan para preservar a los sándwiches en los bares. Luego pasaron la bandeja por una ventanita al quirófano principal, allí la tomó el mecánico y procedió a colocársela a don Oscar que para ese entonces estaba soñando con Jessica Cirio.
En tanto la máquina-corazón seguía gimiendo como el elástico metálico de una cama bajo la presión del amor en pareja. El humo que largaba era neutralizado por una enfermera que apantallaba el lugar con la historia clínica del Oso y echaba desodorante “jazmin patagónico” (porque ahora todo es patagónico, hasta el trópico de cáncer).
El cirujano mayor transpiraba la gota gorda porque escuchaba por sus auriculares que la bolsa de Londres bajaba a una velocidad inusitada...la asistente le secaba la transpiración de la frente y de los testículos...deteniéndose acá con cierto apasionamiento. El anestesista pedía rapidez y el cirujano asistente, que era el que realmente laburaba a destajo, pedía serrucho, cuter, curitas, etc. para poder hacer los tres bypass necesarios.
La instrumentista manoteaba al cirujano mayor en tanto el asistente reclamaba igual trato. Luego vino la resucitación una vez recolocado el corazón original, utilizaron en la oportunidad un método poco aconsejado por los manuales, se trata del supositorio eléctrico resucitador, una vez ubicado le aplican una descarga que hace que el paciente pegue un salto de unos 50 cm. y deje de soñar con Amalia Granata. Por último y hecho el trabajo a consciencia, llamaron a la costurera (que ya había dado el mal paso con el anestesista en la salita del prequirúrgico) la que zurció a don Oscar con hilo chanchero (de casualidad) y otra asistente entubaba al paciente con caños por todos lados.
Mientras los médicos, veterinario y mecánico festejaban con champagne y mujeres, don Oscar, que ahora soñaba con su novia, fue llevado a la salita de recuperación y luego a terapia intermedia y luego a la habitación de internación y luego lo tirarán a la calle, eso si, una vez acreditado el cheque de la prepaga.
Y el Gordo ahí anda por las calles de Dios, como si nada. .
